¿Cómo afecta el cambio climático a los terrenos de cultivo?
El cambio climático está afectando de forma directa a la producción del campo español a través del cambio de las temperaturas, los patrones de precipitación y la mayor frecuencia de eventos extremos.
Tal y como indica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en un informe especial sobre cambio climático y tierras, se prevé un aumento del precio de los productos, como los cereales, del 1% al 29% en 2050.
Este informe señala que la calidad nutricional se verá amenazada por el cambio climático, y la mayor frecuencia de eventos extremos supondrá un continuo riesgo de interrupciones del sistema alimentario.
Cambio de las temperaturas
En cuanto a los cambios de temperatura, el estudio elaborado por COAG prevé un incremento de la temperatura media del planeta entre 1,5°C y 2°C para el año 2050. Esta situación se traduciría en una notable bajada de los rendimientos y de la calidad de la producción de las zonas de cultivo, sobre todo, en aquellas zonas más calurosas.
Un calentamiento global de 1,5°C conllevaría la pérdida de más de un 10% de la superficie más apta para los vinos de calidad en toda España, y un 80% de la superficie de variedades de olivo como hojiblanca o manzanilla en la zona de Andalucía. También, podrían bajar alrededor de un 8% los rendimientos del trigo.
Con una subida media de las temperaturas de 2°C , estarían en riesgo las dehesas de encina en la parte occidental de Andalucía y Extremadura. La superficie de viñedo de alta calidad en España se reduciría en un 20% y los rendimientos de cereales, como el trigo, bajarían un 15% en el centro y sur peninsular. En cuanto a olivares, solo la variedad picual podría mantener los rendimientos en secano en las zonas interiores de cultivo.
Sin embargo, así lo indica el estudio, a partir de una subida de 2,5°C, incluso el rendimiento de esta variedad se resentiría notablemente, y las dehesas de encina podrían desaparecer en grandes zonas de la mitad sur.
“Se están estudiando nuevas variedades y técnicas de cultivo, especialmente en los grandes cultivos alimenticios como cereales, legumbres, patatas, vid, olivos, etc. Ya hay variedades con mayor resistencia a la sequía y que soportan temperaturas altas, aunque no existe, por el momento, información completa para los agricultores en relación al cambio climático”, asegura Francisco González, decano de COI Agrónomos de Centro y Canarias.
Como consecuencia del cambio de las temperaturas, los recursos hídricos caerán en torno a un 11%, y el descenso de las precipitaciones irá acompañado de una mayor frecuencia de sequías. Tal y como explica Álvaro Domínguez, ingeniero agrónomo de Tepro, “en los últimos años estamos viendo cómo en invierno apenas llueve y es la primavera la que está salvando los años”.
El estudio de COAG añade que una elevada incidencia de plagas y enfermedades podría aumentar las pérdidas en la producción un 60% en el caso del trigo.
Latitudes más altas como solución
Algunos estudios demuestran que el cambio climático afecta negativamente en los rendimientos de los cultivos situados en regiones de latitudes bajas, mientras que los rendimientos de algunos cultivos en las regiones de latitudes más altas se han visto favorecidos por el cambio climático. Esta situación se da en cultivos como el maíz, el trigo y la remolacha azucarera.
El decano de COI Agrónomos de Centro y Canarias explica que “aunque no hay estudios definitivos que concluyan que ningún cultivo no se pueda seguir cultivando en las áreas en las que tradicionalmente se ha hecho, sí que hay estudios que determinan que el aumento de la temperatura y la disminución de la disponibilidad de agua harán que algunos cultivos tengan que desplazarse de sus lugares tradicionales de producción hacia otras zonas”.
En cuanto a la influencia en el cambio climático, gran parte de las emisiones totales de efecto invernadero (entre el 21% y el 37%) se atribuyen al sistema alimentario. Las actividades agrícolas y ganaderas se estima que producen entre el 9% y el 14% de las emisiones, mientras que el uso de la tierra (incluida la deforestación y la degradación de las turberas) supone entre un 5% y un 14% de las emisiones. Las actividades de la cadena de suministro, por su parte, implican del 5% al 10% de las emisiones.
Ante esta situación, la agricultura regenerativa supone una alternativa. Este tipo de agricultura prioriza la sostenibilidad ambiental y contribuye en la protección de la naturaleza.
La agricultura regenerativa consiste en rehabilitar el suelo y mantenerlo productivo el mayor tiempo posible para evitar así la expansión agresiva a nuevas áreas, por ejemplo, cortando bosques. Por su parte, la agricultura regenerativa elimina los tratamientos de campo mecánicos, químicos y físicos; usa cultivos de cobertura durante todo el año; mejora la biodiversidad; incorpora la ganadería a la producción agrícola; y conserva las raíces vivas de cultivos perennes.
Se trata de una agricultura que abarca más actividades además de las agrícolas, como la reforestación, la restauración de turberas, la fortificación de zonas de amortiguamiento o la acuicultura ecológica y regenerativa.
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